martes, 16 de agosto de 2011

Colores del Infierno


Cultural :::: Expiación y redención en nueva muestra de José Tola.

Estoy revisando mi vida. Los sucesos que la puedan haber marcado, las etapas que ha tenido. Es una búsqueda interna y por eso la realidad en sí ya casi no me interesa. Lo externo ya no me interesa... bueno, en todo caso, interesan elementos externos de épocas pasadas. Pero no interesa el presente.
Tola saca una cajetilla y ofrece un cigarro que es gratamente recibido, antes de encender el suyo. Explica qué es lo que está detrás de las dos series de pinturas que va a presentar: en la primera, los seres que la protagonizan ocupan casi todo el espacio, son más directas, más crudas. En la segunda, conformada por varios dípticos y trípticos, las criaturas se pelean el lienzo con diferentes objetos, colores, formas. Tienen más escenografía, explica su autor. Y todo este nuevo trabajo responde al incandescente título “Los hombres que no bajaron al infierno”.

–¿Qué es el infierno para ti?
–Un lugar a veces maravilloso y otras veces terrible.
–¿Y en estas pinturas?
–Es un estado determinado al que se llega, a un punto en esta revisión interna, que se asemeja a un descenso al infierno. Pero en donde, además de la bajada, tiene que haber un retorno.
–¿Y qué hace a esta visita maravillosa o terrible?
–Lo que traigas de vuelta contigo. No es tan importante bajar como aquello con lo que vas a subir. Cómo ordenas, una vez que las has visto, todas estas experiencias pasadas en tu cabeza.
–Si cada una de estas pinturas representa un recuerdo, un momento, un error o un acierto en tu vida, ¿qué sientes al verla terminada?
–No, no. Una vez que se termina ya no me interesa la obra. Mientras la trabajo sí estoy muy involucrado, la conexión es muy grande. Está todo el día en mi cabeza. Todo lo que pienso es en función al cuadro. Pero cuando la termino, para mí la obra se acabó. No soy de los que se enamoran de sus trabajos.
–¿Qué crees que piense Dios al vernos a nosotros?
–Yo creo que si Dios pintase no se entendería.

Mientras conversamos han entrado al taller dos gatos blancos, esponjosos, hermosos. Se acercan, se van, caminan lentito y acaban subidos encima de una mesa. “Falta uno”, dice Tola, y lo va a llamar. Casi de inmediato se aparece con él y lo deposita junto a los otros dos, sobre la mesa.
–¿Y en esta revisión te molesta, te afecta de alguna manera el personaje que se crea, las leyendas que se levantan alrededor tuyo, la fama de maldito?
–Es que no llegan a mí porque responden a una situación exterior que, como te dije, a mí no me importa. Aunque no sé hasta qué punto sean ciertas o no. Siempre me queda esa duda.
Tola los acaricia mientras los felinos se enroscan, engreídos, entre sus manos.
–¿Cómo se llaman?
–Gatos.


Foto: Javier Zapata, CARETAS. Tola inaugura “Los hombres que no bajaron al infierno” el 10 en Lucía de la Puente (Sáenz Peña 206, Barranco).

Artículo originalmente publicado en CARETAS 1923.

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