martes, 16 de agosto de 2011

Danza Matriz





Danza :::: 30 años de Danza Viva. Codirectoras Ducelia Woll y Morella Petrozzi, madre e hija, celebran con montaje.

A la gente le gusta matarse de la risa y a nosotras nos gusta llorar. Y pensar. No entiendo por qué a la gente le gusta tanto reírse.
Morella mira a Ducelia. Esta sonríe.
–Tampoco es así. Nosotros estamos destinados a nacer y a morir; en el camino la alegría, el amor, tienen mucho espacio. Pero ahí está pues…
–¿Qué está? –Morella corta el gesto de Ducelia; sigue mirándola.
–La enfermedad, la muerte, el dolor, la injusticia...
–Y por eso crees que la gente opta por reír. Bueno, sí. Puede ser.
–Claro, eso lo puede explicar también. Y a nosotras nos preguntan ¿por qué siempre sus trabajos son tan densos?
–No entiendo –imita Morella a un imaginario crítico.
–Pero es cierto que uno puede tomar una temática profunda con humor.

La mesa del Café Tutú sostiene dos, tres, cuatro tazas calientes, alrededor de las cuales Ducelia Woll y Morella Petrozzi, madre e hija, intentan explicar juntas –o a la vez– treinta años dedicados a la danza. A su práctica y enseñanza. Ese es el tiempo que ha transcurrido desde que la primera fundó la escuela Danza Viva. En ese entonces su hija, pequeña estudiante de ballet clasiquísimo, sólo participaba como espectadora de los ensayos de su madre y primera profesora (primera y mejor, precisa). En 1983 Morella partió hacia Nueva York en busca de una libertad que, intuía, hallaría en la danza contemporánea. Sus continuos regresos a Lima significaban un intercambio creativo con la madre. Y a su retorno definitivo, en 1993, Morella asumió la codirección de la escuela y de su compañía. “Aquí no había danza contemporánea, aunque algo se hacía en el Ballet Moderno de Cámara de la chilena Hilda Riveros, donde Duce te explica que bailó. Pero Hilda tuvo que salir cueteada del país porque la empiezan a buscar por comunista”, continúa Morella. Y esta vez es Ducelia quien la interrumpe: “Ella y su esposo fugaron a Cuba. Pero su inclinación política no nos interesa...”
–En cambio a mí me parece interesantísimo que haya sido comunista. Lo hace más rico históricamente –acota Morella.

Mientras las alumnas que han de ayudar con la sesión fotográfica se alistan adentro de la casa, Ducelia recuerda que esta fue un regalo de su padre, Moisés Woll. Que durante los ochenta se acostumbraron a bailar entre velitas, por los apagones. Que la recepción de sus obras no siempre ha sido la mejor. “Pero un artista tiene que atreverse y romper moldes”, explica. “Me encanta el ballet clásico. Soy profesora del Royal Academy of Dance. Pero no le puedo decir a una de mis alumnas: Tú vas a ser siempre princesa”.
“Danza Viva es una escuela que forma bailarines que luego de ocho o diez años pasan a formar parte de la compañía, si lo desean”, interviene Morella. “Los directores de ballet clásico en este medio no son intelectuales, sino gente que quiere repetir la mecánica virtuosa del cuerpo. Aquí no tenemos eso. Tampoco tenemos ese grupo de que se hace llamar de danza contemporánea o performance, y que en su vida ha entrenado el cuerpo”.

“Me encantaría hacer crítica de danza cuando me retire. Creo que lo podría hacer porque es algo que he estudiado”, acomete Morella.
–Tiene todas las cualidades. Sí, porque ha estudiado y además tiene habilidad para la literatura –explica a la mesa, sonriendo, Ducelia.
–Pero ella no se va a retirar nunca –opina el fotógrafo.
–Todavía no pues –replica Ducelia– Mira a la madre, aún lidiando con todo. ¡Así que tiene para rato!


FOTO: Javier Zapata, CARETAS. Petrozzi: “Mi hermano mayor nació cuando Ducelia tenía 17 años: demostró que se puede ser madre y tener una carrera de bailarina”.

Artículo originalmente publicado en CARETAS 2057.

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