martes, 16 de agosto de 2011

"Este es un Segundo Encierro"




Testimonio :::: Margarita Toledo enfrenta cáncer de mama mientras su proceso judicial continúa. Su hermano Alejandro, ya sin impedimento de salida, podría visitarla en cualquier momento.

Quizás cuando se sentó frente a la doctora Elvira Córdova en la Clínica San Pablo a escuchar los resultados de sus exámenes médicos, por demás rutinarios, Margarita Toledo no se había dado cuenta qué día era. O quizás sí; después de todo, el 9 de octubre es una fecha difícil de olvidar para su familia. Fue ese día, en 1970, que su madre murió, dejando a los ocho hermanos –y a Margarita con apenas dieciséis años– al cuidado de su padre Anatolio. Ese mismo día mucho tiempo después, el 9 de octubre del 2006, la menor de las Toledo descubrió que tenía cáncer. Hacía ocho meses que se le había levantado el arresto domiciliario, cambiándoselo por un impedimento de salida que eliminaba cualquier posibilidad de buscar un tratamiento en el extranjero. Yo no lo creía. No hay antecedentes de esta enfermedad en mi familia. Después del primer diagnóstico pasé por otros siete doctores. Todos me decían lo mismo. Pero yo no lo podía aceptar”, recuerda ella.

Pero tuvo que hacerlo. En el hospital Rebagliati, el 5 de diciembre le extrajeron de la mama derecha un tumor maligno y el ganglio centinela, puerta de salida del fluido linfático hacia otros ganglios. Si es que este está afectado, lo más probable es que los demás lo estén y en ese caso se suele practicar el vaciamiento de la axila y el brazo. Luego de la operación, le dijeron con alarma que estaba comprometido en un 10%, así que debía operarse una vez más. Si aún miraba con incredulidad lo que ocurría a su alrededor, a partir de ese momento Margarita sintió sobre sí el peso real de lo que le estaba sucediendo.

En enero del 2005 se dictó la orden de arresto domiciliario que convirtió su casa de Jacarandá, Surco, en su prisión por más de un año. La misma casa en la que se le acusa de haber dirigido una fábrica de firmas falsas que permitió al partido de su hermano, Alejandro Toledo, inscribirse en las elecciones del 2000. Y es ahí que recibe a CARETAS para hablar de su enfermedad. (De su proceso judicial nada se le permite decir.) No oculta su cabeza calva de la que brotan apenas unos cabellos colorados, pero sus mejillas, boca y ojos están bien maquillados. “No quiero que nadie me tenga lástima”, explica, sintiendo el accionar de la cámara.
De la segunda operación, que se realizó el 20 de diciembre, se supo que los demás ganglios estaban sanos. Margarita empezó la quimioterapia el 16 de enero de este año, y debe someterse al tratamiento cada 21 días. El 13 de abril le toca la siguiente, que ya es la quinta. La última empieza el 3 de mayo. Después de eso viene la radioterapia, nuevos exámenes y esperar a que el cáncer haya sido vencido. “Yo creo que sí porque gracias a Dios estaba recién en sus inicios”, dice. Pero el proceso es duro y doloroso. “Yo tenía el cabello hasta aquí”, y toca con la mano un mechón inexistente sobre el hombro. “No era tan largo, pero era rojito… Los mechones se me empezaron a quedar tiesos. Trataba de peinarlos hasta con trinche y nada. Se me iban haciendo huecos en la cabeza. Cuando me despertaba, un montón de cabellos se quedaban en mi almohada. Hasta que decidí cortarlo todo. Me veo en el espejo así, peladita, y no me reconozco. Para mis hermanos fue muy duro. Alejandro es el único que no me ha visto así”.

El 28 de marzo pasado, el ex presidente Alejandro Toledo declaró desde Filipinas que volvería al Perú para responder a las acusaciones en su contra si se le levanta el impedimento de salida del país. Dijo también que una de sus principales razones para volver es poder visitar a su hermana enferma. Ese día, ella también habló con el ex presidente: era su cumpleaños. “Lo llamé y nos pusimos a moquear. Es que yo siempre he estado en su cumpleaños. Le doy un regalito, cualquier cosa que le haga falta. Entre hermanos nos conocemos”, explica ella. Ahora que la Sexta Sala Anticorrupción le ha levantado el impedimento de salida, Margarita podría esperarlo en cualquier momento. La noticia trae alegría pero también preocupación: ”Me da miedo que venga y que, una vez aquí, cambien la situación de nuevo. Prefiero que aún no vuelva, pero siento temor, porque él está loquito por volver”.

Dice que es su preferida. Que desde que era pequeña recuerda que su hermano Alejandro viajaba mucho. Y que cada regreso significaba un regalo para ella. “Siempre que se iba de viaje. No sólo desde que estaba en la Presidencia, ¿ah?”, aclara Margarita sin ocultar el orgullo de saberse la favorita. “Siempre hemos sido los más unidos, a pesar de la diferencia de edad: él acaba de cumplir sesenta; yo tengo cincuenta y tres. Me dice ‘Ñata’. Yo le digo sólo ‘Ale’”, continúa. “Quizás se deba a que tengo la cara de mamá. Y llevo también su nombre”. 

Lo cierto es que desde que su hermano mayor se convirtió en un hombre público en la campaña presidencial del ’95, Margarita lo apoyó en sus aspiraciones políticas. Cuenta que cuando Karp y Toledo estuvieron separados, ella vio por Chantal. Que en esa época era ella quien le escogía los ternos y las camisas, y le alcanzaba el termo con té a Toledo. “El niño ‘Perú Posible’ –que en ese entonces se llamaba ‘País Posible’– nació en nuestras manos”, dice.

No puede exponerse al sol, los insectos no la pueden picar, cualquier golpe puede ser peligroso. La bulla la afecta y no resiste los olores fuertes: hace mucho dejó de usar perfumes y cuando cocinan en su casa, se refugia en su cuarto. “Esto, para mí, es otro encierro. Sólo salgo para ir a firmar cada quince días al Poder Judicial, como exige mi proceso. Hasta ahora no he fallado ninguna vez; a pesar de estar mal subo los seis pisos y firmo. No quiero darle pretextos a nadie y quiero que esto se termine pronto”, explica Margarita.



Porque como con el cáncer, jamás pensó que ser confinada a su propia casa sería algo que le ocurriría: “En todo este tiempo acá, sola, yo me he examinado. Y pienso que no le he hecho mal a nadie”. Dice que lo más doloroso es ver cómo su situación afecta a su familia. La mayor de sus tres hijos, Yorca, dio a luz el año pasado a su primera nieta en Miami, donde vive, y no pudo estar ahí. Pero lo que más le duele es la muerte de su padre en el 2005, cuando ella ya se encontraba bajo arresto domiciliario. “No pude atenderlo: limpiarle, darle de comer en sus últimos momentos. Me dieron permiso cuando ya estaba en cuidados intensivos, moribundo”, recuerda. “Todos saben que ha sido un hombre excelente. Y en sus momentos difíciles no he podido estar ahí”. 

Además del caso de las firmas falsas, sobre la familia Toledo pende una larga lista de acusaciones que van desde tráfico de influencias hasta una denuncia por violación. Aún así, Margarita dice que no se arrepiente de nada y, por el contrario, siente orgullo. “Si Alejandro volviera a presentarse yo lo ayudaría de nuevo, como lo haría con cualquier hermano que me necesite”, dice con firmeza. “Volvería a exponerme a una Marcha de los Cuatro Suyos, a trabajar hasta la madrugada y almorzar recién en la noche. Yo sé que existe un Dios que va a hacer justicia con todo lo que nos está pasando. Nosotros no hicimos nada a propósito. Así que no me arrepiento de nada”.


FOTO 1: Víctor Ch. Vargas, CARETAS. Margarita y estragos externos de enfermedad. Empezó las sesiones de quimioterapia en enero y las concluye en mayo.

FOTO 2: Víctor Ch. Vargas, CARETAS. Margarita muestra la radiografía que le sacaron en la Clínica San Pablo en noviembre del 2006, antes que se le extirpara el tumor.

Artículo originalmente publicado en CARETAS 1971. 

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