martes, 16 de agosto de 2011

Madre Tatuaje





Vida Moderna :::: Artistas del mundo reunidos en Lima para Convención Internacional. Matriz de tinta y piel.

Tener cubierto de tatuajes el sesenta por ciento de su cuerpo, no es suficiente para Salem, 32, de San Francisco. En los once años que lleva tatuando en distintos estudios norteamericanos, explica que son contadas las personas que sólo se animan a hacerse un trabajo. Y esta especie de adicción que genera una primera experiencia, quizás encuentra su asidero en algo mucho más profundo que el entendible afán de adornar la piel. Porque mucho antes que bucaneros ávidos de mujeres, borracheras y otros vicios convirtieran al tatuaje en marca delictiva, milenarias culturas lo utilizaban como signo de alcurnia, valentía guerrera y sabiduría. Para muestra, basta recordar la carátula de agosto de la National Geographic: los huesos perfectamente conservados de la Señora de Cao, momia de 1600 años de antigüedad descubierta en el norte peruano, pueden aún jactarse de los magníficos gráficos de felinos y serpientes que adornaron la piel de la que probablemente fuera una reina mochica. “Sí, se crea una urgencia primitiva por seguir adorando el cuerpo”, reflexiona Salem.
–¿Y en qué medida el dolor forma parte de la adicción?
–Bueno, existen dolores más fuertes. Sobre los ganchos y ese tipo de cosas, para algunas personas resulta terapéutico. Pero sí, a otras personas simplemente les gusta el dolor. Sólo que algunas se perforan, y otras salen con imbéciles. 

Salem es uno de los artistas que participaron en la Segunda Convención Internacional de Tatuaje, realzada entre el 3 y 5 de noviembre, en el Hotel Maria Angola. Ramón Mendoza, 38, fundador del conocido estudio Racing Dragon (que vendió hace dos años), es el gestor del evento que este año recibió visitantes de Suecia, Estados Unidos, Canadá, España, México, Argentina y Chile, y artistas nacionales de Lima, Cusco, Chimbote, Trujillo y Piura. Treinta y seis stands albergaron a tatuadores, perforadores y también a pequeñas exposiciones de grafiti y fotografía (Badani dijo presente con explícita colección de imágenes dedicadas y concentradas en privacidades femeninas).

Ahí, una risueña Sally, de 23 años, cuenta que tiene veintidós tatuajes y veinte  perforaciones. Que es una de las dos únicas chicas en toda su Colombia natal que trabajan perforando en un estudio. Y que está aprendiendo a tatuar, practicando en su propio cuerpo. Resulta que ella es una Suicide Girl, grupo de chicas cuyas imágenes desnudas pueden verse –desembolso de dólares mediante– en la página web que lleva ese nombre. La belleza que postulan no mide 90-60-90, ostenta varios kilómetros de dibujos corporales y probablemente no pasaría fácilmente por un detector de metales. Su primer tatuaje se lo hizo a los quince años, y su mamá la acompañó pues es ilegal en Colombia tatuar a menores de edad. Allá en Bogotá no le sucede tan a menudo, pero está encantada de llamar tanto la atención mientras camina por las calles miraflorinas. Aún así, está contenta de irse: no soporta estar en el mismo lugar que esa infame, traidora y vendida de Shakira.

Está también Sara, 25, pareja de Ramón, sosteniendo el bebe de seis meses de ambos. “Se llama Sebastián”, cuenta con acento uruguayo y altura sueca, evidenciando, de paso, las geografías que en ella confluyen. Llegó mochileando a Perú hace cuatro años, y se quedó al conocer a Ramón. Con ocho tatuajes y cuatro piercings, (“porque me tuve que sacar los de los pezones y ombligo por el embarazo”), Sara dice que ya ha conversado con Ramón sobre el pequeño Sebastián y su posible futura afición a los ornamentos corporales: “Tatuajes sólo a partir de los quince y perforaciones puede ser antes, sólo porque se pueden sacar si así lo quiere. Pero eso sí, esto también es una responsabilidad, y si no demuestra estar lo suficientemente consciente de ella, pues mala suerte. Tendrá que esperar”, dice mirando a Sebastián, que por el momento está más interesado en babear y mordisquear la quijada de su madre.


Foto: Javier Zapata, CARETAS. Sara (25) y su hijo Sebastián, de 6 meses. Ella estudió pedagogía infantil y ha trabajado en varios nidos en su natal Suecia.

Artículo publicado originalmente en CARETAS 1950.

No hay comentarios:

Publicar un comentario